martes, marzo 18, 2014

Por si el tiempo de la democracia líquida aún no hubiera llegado

Para un demócrata convencido, el ideal que propone el Partido de Internet es colosal. Para los que pensamos que los seres humanos tienen derecho a participar en política eligiendo libremente su grado de compromiso, la democracia líquida es un programa político de máximos. Cuando quieres participas, cuando no quieres participar directamente puedes delegar tu voto en otra persona. Sería perfecto, si no fuera porque aún hay mucha gente que siente que participar no vale para mucho. Hay mucha gente que siente, y no les falta motivos para sentirlo, que hay una brecha entre políticos y ciudadanos, que hay representantes y representados... gente que toma decisiones y gente que traga.

La democracia líquida puede ser un objetivo a conseguir a largo plazo, pero requiere una ciudadanía despierta políticamente y activa. Creo que el Partido de Internet tiene que seguir existendo como entidad propia, como herramienta para defender el ideal democrático de la democracia líquida. Pero los demócratas, en general, tienemos que estar al servicio del presente. Debemos intercambiar ideas con otras formaciones políticas, incluso unirnos para aupar a toda la ciudadanía a un segundo escalón: que tenga ganas de participar, que se acabe con la brecha entre representantes y representados.

Digo "segundo escalón", porque el primer paso ya está dado: la gente ya sabe que hay otras opciones más allá del bipartidismo. Pero no basta con votar una vez cada cuatro años, cada vez será más difícil que los ciudadanos confiemos en alternativas que se planteen en términos de únicamente democracia representativa. Es imprescindible que los partidos políticos cedan parte de su poder en favor de la ciudadanía para que decidamos directamente sobre temas importantes. Para conseguir eso debemos recordarle a ese ciudadano que no se mete en política que nadie le va a regalar nada, que el derecho a participar se conquista participando; y debemos recordarle a ese político o a ese activista que quiere que la gente participe, que para participar la gente necesita evidencias de que participar vale para algo. Necesitamos que los políticos "que salen de la propia ciudadanía" sean un ejemplo de demócratas, y no se conviertan en "más casta". No basta con pequeños gestos, tienen que ceder buena parte de su poder decisorio a la gente, ¿cuánto? Respuesta rápida: el ciudadano medio lo tiene que percibir, tiene que sentirse escuchado.

Exijamos a los políticos que pongan de su parte todo lo que humanamente puedan, empezando por abrir la puerta de su despacho a los ciudadanos, y demostrarles con hechos que son partícipes de sus decisiones. Con escucha activa y con las consultas ciudadanas y referendos que hagan falta. Pidámosle al ciudadano que contacte con sus representantes más directos -hoy en día es muy fácil contactar a través de Twitter- y que tomen la determinación de no votar a los políticos que no le escuchen.

A estas alturas, deberíamos tener bastante claro que necesitamos hacer pedagogía democrática entre todos para que la ciudadanía acabe demostrándose a sí misma que su voz cuenta. La cuestión es ¿por dónde empezar? ¿Cómo hacerlo? Desde abajo, hacia arriba. Desde las grandes decisiones de los ayuntamientos a la más alta política de Estado. Y una buena propuesta al respecto es crear conciencia alrededor de la deuda pública. Una sociedad democrática y consciente del retroceso que supone el sobreendeudamiento debe asumir la responsabilidad de opinar directamente sobre su propia deuda. Decidir mediante democracia directa si un ayuntamiento debe endeudarse más o no supone un primer paso para que la gente se interese por los presupuestos municipales y quiera exigir transparencia al respecto. Considero que esta propuesta es de mínimos, irrenunciable, imprescincible para que la ciudadanía empiece a ser dueña de su propio futuro.