Hace unos días vi en Telemadrid cómo hacían una encuesta, el tema de su fiabilidad no me interesa, en la que se hacían sencillas preguntas para evidenciar que los resultados académicos conseguidos tras la implantación de la LOGSE, eran más que preocupantes. La encuesta pretendía ilustrar la noticia de que en poco tiempo (no sé si ya para este curso), los alumnos de 1º de bachillerato podrán promocionar siempre y cuando no hayan suspendido más de cuatro asignaturas.
Esos resultados, que son fruto de algo mucho más complicado que de la implantación de un sistema educativo, se utilizan para ser comparados con aquellos que podrían llegar a producirse a partir del nuevo anuncio del Gobierno.
El Telenoticias de Telemadrid, es un gran programa dentro de su género: la telebasura. Tiene la virtud de cabrear a todo el que lo ve. Si el televidente se cree lo que están contando, éste montará en cólera contra el señor presidente y llenará de conservas la despensa. Y si no se lo cree también se enfada, pues siente que dentro de la caja tonta no hay más que viles manipuladores y que nada se puede hacer, pues son ellos los que tienen el verdadero poder.
Ahora, tras hacer este juicio a la cadena pública, apaguemos el televisor y vayamos a lo que de verdad importa: los estudios.
Ya desde el principio nos enseñan que debemos fijarnos en aquel que lleva mejores notas que nosotros y no en el que lleva peores. Éramos nosotros mismos los que mirábamos quién tenía más “progresa adecuadamente” que nosotros. Recuerdo que en 4º y 5º de primaria la profesora preparaba concursos que fomentaban la sana competitividad entre nosotros y que, evidentemente, nunca contarían para mal en las calificaciones. A edades en las ni el pelota ni el empollón aún existían, estábamos deseando ponernos a prueba. En lo que fuera.
Pero el tiempo pasa. Las influencias del mundo exterior son cada vez más notorias en el estudiante, y el temario engorda. Tras diez años de enseñanza obligatoria, unos con más pena que gloria, es casi una imposición social el hecho de tener que continuar con los estudios. En absoluto puedo criticar esto. Es más, si estuviera en mi mano, animaría a todo el mundo para que la fecha en la que ha de abandonarlos, llegue lo más tarde posible.
Pero la superación personal no ha de ser una competición contra otra cosa que no sea uno mismo. Por supuesto, existe una meta que es la obtención del título que sea. Pero la maratón hecha en cinco horas y con avituallamiento es maratón igual. Quiero referirme ha que no ha de importar cuanto se tarda en conseguir un objetivo. Lo importante es no desanimar al estudiante haciéndole estudiar de nuevo lo que ya ha aprobado. El título de bachillerato no es sólo un trámite preuniversitario, es imprescindible para acceder a otros estudios superiores y muchos puestos de trabajo.
Hablemos ahora de la exigencia. El hecho de que se considere el bachillerato como un conjunto de asignaturas, que si de las cuales apruebas tantas, te permiten aquello; es algo que no conlleva bajar el nivel de exigencia de las asignaturas. Éste debe ser marcado por el Estado, imponiendo éste los exámenes finales de las asignaturas, cada uno de ellos, en la convocatoria que él elija para hacerlo. Así, centrándose en aquellas asignaturas que estime oportuno, sacará teóricamente mejores notas.