Siempre me he preguntado porqué en un deporte como el ajedrez existe una segregación entre hombres y mujeres.
En deportes físicos, la razón fisiológica es más que obvia. Por naturaleza, el hombre es más propenso a desarrollar masa muscular que la mujer. Asímismo, el corazón femenino es más pequeño con lo que necesita una frecuencia más alta. La mujer, en comparación con un hombre que haya seguido un programa de entrenamiento similar, tendrá, por tanto, las de perder.
Sin embargo, no ocurre lo mismo en el ajedrez. Las variables fisiológicas están ahí e influyen mucho en cosas como el nivel de concentración, la capacidad para soportar el estrés y, evidentemente, la memoria; pero son algo más difusas. Salvo que existan estudios que demuestren que por naturaleza los individuos de un sexo habrían de ser más propensos a ser grandes maestros que los individuos del otro sexo, lo único que se me ocurre es que el argumento sea más un tema social que otra cosa. Para que pueda decirse de los grandes campeones de la historia que fueron campeones absolutos, algo que parece indiscutible, el sexo fuerte del ajedrez tendría que ser el masculino. Pero, ¿es tan evidente?
Mi hipótesis es, como no puede ser de otra manera, que no. El siglo XXI es ya el siglo de las mujeres y, ciertamente, Fischer, Kasparov y ese largo etcétera fueron los mejores, cada cual en su época, sí. Pero creo que ya es hora de que las mujeres tengan la oportunidad de demostrar que pueden ser campeones absolutas del mundo. Pensémoslo fríamente. El campeonato del mundo femenino de ajedrez es una competición sin apenas gloria fuera de cierto ámbito. La cosa es que aunque el masculino tampoco tiene apenas reseñas en los periódicos, todo el mundo ha oído hablar de Kasparov.
Probemos pues a unir ambas categorías. Aunque personalmente apenas conozco mujeres aficionadas al ajedrez, una cosa son los gustos y otra muy distinta las capacidades. Así, pues, aunque el número de mujeres federadas sería presumiblemente más bajo que el de hombres, no veo porqué la alternancia entre campeones masculinos y femeninos podrían tener una aleatoriedad muy diferente del 50% que nos diría la intuición.
¿Qué podría salir mal? ¿Qué podría pasar si sale mal? Nada. Bueno sí, que lamentablemente se haría válido el argumento del sexo para justificar el resultado de una partida. No sería raro oír a hombres derrotados en el juego del ajedrez acudir a excusas del estilo: "he perdido porque me sedujo con la mirada", "me rozaba su pierna". Incluso: "¿Adónde se cree que viene tan arreglada ésta? ¡Vaya modelito para jugar al ajedrez!"