Sí. Esto significa que por primera vez en España un ejecutivo se conformaría con personas pertenecientes o vinculadas a más de un partido político. Yo voté a PODEMOS, pero no lo hice por ideología. La izquierda y la derecha existen, claro que sí; pero ahora eso no sirve para describir la situación actual. No obstante, PODEMOS es de izquierdas. Bien. Puedo decir sin complejos que he votado a un partido de izquierdas. Si dentro de unos meses o años cambio mi "afinidad", no pasa nada, los partidos cambian a un ritmo diferente que el pensamiento de uno. Además, mi voto a PODEMOS es algo menos que un voto de confianza, es un grano de arena para que España viva políticamente otras cosas. No puedo poner la mano en el fuego asegurando que los cambios derivados de la acción directa de PODEMOS vayan a ser buenos para la sociedad, pero tras 22 años de errores del PSOE y 12 de errores del PP (muchísmos más a niveles regional y municipal), creo que nos merecemos un tiempecito en el que sean otros los que cometan los errores. En el peor de los casos, tales errores nos ayudarán a avanzar en nuestra historia como país, nos ayudarán a conocernos mejor, quizá incluso alguien sea capaz de definir una alternativa política que supere tales errores. En el mejor de los casos, de entre sus errores quizá pueda florecer un número suficiente de aciertos que mantengan una llama encendida en la gente, que les vuelva a llevar a creer en el progreso: que vuelvan a sentir en sus carnes aquello de que el trabajo te devuelve una recompensa. Que la gente honrada pueda trabajar y ser mañana un poco más feliz que hoy. Que los chapuceros y los corruptos dejen de salir impunes y, más triste aún, premiados.
Pero PODEMOS da igual. Es un posible medio, nunca un fin. Pero, en cualquier caso, el resultado que obtuvieron el 20D da para alguna que otra celebración. El mapa político actual, dentro del pequeño mundo que supone el parlamentarismo -puesto en comparación con los diferentes campos en los que el ser humano puede hacer verdaderas hazañas- da para una fiesta. Y unas cuantas reflexiones. Hay quien se muestra confuso por que no se forme gobierno. Yo digo que es una oportunidad para reflexionar. Si echamos la vista atrás, un poco, hasta la campaña electoral; descubriremos que aquella no fue sino una huida hacia adelante. Una carrera en la que cada grupo político, unos con más aciertos que otros, se empeñaron, como parece que no puede ser de otra manera, en únicamente hablar para maximizar sus resultados; sin ir al detalle e informar a votante sobre lo que pasaría inevitablemente tras las elecciones: los partidos debían ponerse de acuerdo. Casi nadie habló de ello. Yo tampoco le dediqué demasiado tiempo (aunque sí llegué a pensar en alto barajando la posibilidad de que tras las elecciones pudiera haber otras a los pocos meses, y hubo quien me acusó de futurólogo). Es igual. Ya estamos en la inevitable realidad de que los partidos no se ponen de acuerdo y ahora yo digo que no quiero elecciones. Que sería muy interesante que no las hubiera si es que es para conformar el primer gobierno de coalición. Aunque bien es verdad que en el PP y en el PSOE hay gente lo suficientemente torpe y, por tanto, capaz de encontrar en la posibilidad de unos nuevos comicios, el cortafuegos ideal para tratar de salvar sus culos de un desalojo del poder mayor en un futuro algo más lejano. Si estos ocurrieran, algo ganaríamos, al menos podríamos votar conociendo mejor la voluntad de pacto de cada uno de los partidos.
Votar siempre está bien, no obstante, todo parece indicar que unas nuevas elecciones no sacarán a los políticos de esta encrucijada. Por eso, a mi juicio, la mejor solución para España en la coyuntura actual es poder experimentar por primera vez eso del gobierno de coalición. Las razones son múltiples y voy a tratar de hacer un pequeño análisis en abstracto, sin diferenciar demasiado entre un gobierno de coalición PP-PSOE o de PSOE y PODEMOS. Observemos que en ambos casos dos de los tres grandes partidos habrían apostado por mancharse las manos en labores de gobierno, confiando, de algún modo, en su labor como gestores, el éxito a largo plazo de su partido; dejando el papel de "oposición" al partido que no está, con los riesgos que ello conllevaría. Valiente pues, por esto último. Dicho de otro modo, dejar gobernar al PSOE en solitario debe ser interpretado como una enorme cobardía: estar en la oposición es fácil, al fin y a cabo solo tienes que criticar lo que hace el gobierno y poco más. Estar en la oposición, te puede dar, sin gestionar, la oportunidad de situarte en la pole para la siguiente carrera electoral. Renunciar a estar en la oposición y ser pioneros en labrar un acuerdo para gobernar en oposición, tiene, de alguna manera (comparándolo con el resto de nuestra historia, al menos), cierto mérito. No tengo un especial interés en que gobiernen unos u otros, deseo (ya sé que en vano) que quien gobierne lo haga bien. Pero lo que no quiero es un gobierno débil atacado por ambos flancos, atacado por un buitre azul y otro buitre morado acechando los restos de una triste rosa marchita. Lo que no quiero es una legislatura que sea una campaña electoral constante en la que ni se gobierne ni se deje gobernar y ese juego de tres acabe con uno de ellos mediante un K.O. propinando muchos golpes bajos y pocas soluciones a los problemas de la gente.
Así pues, toca ponerse a trabajar. La opción A es que los dos partidos que han quedado primero y segundo se unan en un gobierno de coalición; sacando lo mejor de sí (por poco que sea) y dejándole a PODEMOS el papel de oposición, de alternativa. Si lo hacen bien, ese PODEMOS al que tanto temen, nunca llegará. Pero si no se ven capaces de sacar esto de la "gran coalición" adelante, o si no se atreven, que dejen de hacernos perder el tiempo a los españoles con politiqueos y dejen paso a la opción B que es que el segundo y el tercer partido formen gobierno: responsabilidades compartidas para PSOE y PODEMOS, dejándole todo el papel de oposición a la derecha (con un poco de suerte hasta se sanea).