La política española está en crisis. Así lo refleja cada una de las encuestas de CIS sobre las "preocupaciones de los españoles". Un 29.7% de la población ve a la clase política como "una preocupación". Los españoles no sólo no confiamos en nuestros políticos, sino que ni siquiera intentamos cambiarlos si no nos gustan. Según este estudio, la afiliación a partidos políticos nunca supera el 3.5%, y desde mi punto de vista, este es el reto más importante que deben asumir los nuevos partidos que tengan vocación de configurar una alternativa real: conseguir ilusionar a la gente para que confíe en la política.
En ese sentido es importante demostrar a la gente con ideas, y con ganas de cambiar las cosas "desde dentro" que afiliándose en un partido su opinión será escuchada. Las opiniones, al final, nos guste o no, las defienden los representantes del partido, los cargos y diputados electos; y es por eso que me resulta muy importante que se profundice en la democratización de la elección de los puestos de responsabilidad de los partidos. Estoy hablando de que los afiliados puedan elegir a su presidente, como ya hace el Partido de Internet, por ejemplo, pero también estoy hablando de afrontar el reto de dar voz a los afiliados en la confeción de las listas electorales.
Eso último ya lo hace por ejemplo el partido Independientes por Extremadura, donde los afiliados eligen incluso el orden en la lista que irá a los comicios. Esto, a día de hoy sería impensable para un partido como el PSOE, cuyo Secretario General no es elegido ni siquiera por sus militantantes, sino que sólo tienen derecho a voto unos mil delegados. Al no tener que "deberse" a los afiliados, no tiene porqué tratar de presentarles un proyecto, bastará con que sus planes -que bien pueden pasar por el pago de favores políticos- contenten a todos esos delegados. De hecho, después, todo su equipo es elegido por él mismo, sin permitir que lo confeccionen ni los delegados, ni mucho menos sus afiliados. Y un partido con tal sistema piramidal no puede correr el riesgo de preguntar a sus afiliados, ¡se les caería el castillo de naipes!
Empecemos a configurar la propuesta que quiero hacer poniendo la vista en lo que ya se hace. Y para ello voy a poner el ejemplo de UPyD. En este partido son los afiliados los que eligen al cabeza de lista en cada circunscripción. Pero elegir "solo" al cabeza de lista es una medida insuficiente porque el candidato suele estar muy claro de antemano. Recordemos: Rosa Diez en Madrid obtuvo un 95% de los votos, y Toni Cantó en Valencia un 93%). Pero es que después es el cabeza de lista el que elige en su totalidad al resto de candidatos que le seguirán. Con lo que al final el poder de decisión del afiliado en la práctica, tiende a cero. Una pantomima.
Para evitar que eso ocurra puede proponerse, por ejemplo, un sistema de voto doble en el que cada afiliado, en lugar de votar únicamente al cabeza de lista, elija dos nombres. Si suponemos que un partido cuenta con mil afiliados, y que nadie se abstiene -ni vota en blanco ni nulo- la suma de todos los votos daría dos mil. Así, pongamos el ejemplo de que un candidato fuera votado por un 98% de los afiliados -quizá un 90% lo eligió pensando en él como número 1 y el otro 8% como número 2. En tal caso, estaría obteniendo 980 votos, es decir, un 49% sobre dos mil. Incluso aunque ese resultado encerrase una práctica unanimidad -quizá cantadísima de antemano como en el caso de UPyD- como la elección del "segundo nombre" no suele estar casi nunca clara, con este sistema obtendríamos un resultado en el que se reflejarían con bastante claridad las preferencias de los afiliados en unos segundo nombre y tercer nombre. Pero es que incluso aunque hubiera un segundo nombre con mucho apoyo, estaríamos obteniendo un resultado que "no daña a la vista" y representaría un poco mejor la plularidad de las bases. Así, si suponemos que a tal segundo nombre lo han elegido 800 personas -40% de 2000- obtendríamos el resultado final de: "Nombre 1 = 49%", "Nombre 2 = 40%", etcétera.
Sin embargo, hay un apunte que es importante hacer. Quizá no sea realista pretender llevar a cabo un sistema de listas abiertas internas "tal cual lo planteo", pues ante todo, los que deben dar los pasos en ese sentido son aquellos que están en disposición de dirigir equipos: grupos parlamentarios, grupos municipales, gobiernos, etcétera. No tiene demasiado sentido que la gente exija un equipo de gobierno elegido de manera colectiva, si luego nadie da el paso de querer dirigir tales equipos. Esto es algo que refleja muy bien la escasa cultura democrática española: de niños no queremos presentarnos a delegados de clase, de mayores no queremos ser presidente de nuestra comunidad de propietarios, nos quejamos de la gestión de los alcaldes pero el número de partidos independientes en los pueblos es aún muy pequeño. Estamos muy mal acostumbrados exigiendo democracia a los que asumen responsabilidades, para sin embargo no querer asumir práctiamente ninguna.
Entiendo razonable, por tanto, la reivindicación de los líderes de querer hacer un equipo "mínimamente a su gusto". Considero que tiene que haber un ten con ten, porque, como hemos ya insinuado en el caso del PSOE, si es el líder el único que elige la lista, no sólo es que la opinión de las bases no se sienta representada, es que ni siquiera se está garantizando que se vaya a elegir a los mejores: quizá su elección se deba al "cobro" de favores políticos.
La propuesta intermedia que planteo consiste simplemente en que el cabeza de lista tenga derecho a elegir a su "número dos" en caso de no coincidir éste con los resultados de la consulta. El segundo nombre más votado por los afiliados ocuparía, por tanto, la tercera posición en la lista, el tercero iría en cuarta posición, y así sucesivamente. Este sistema garantiza al líder tener a la persona con la que mejor vaya a trabajar, con él. A partir de ese punto, la opinión de los afiliados se vería muy reflejada, pues en la práctica "una vez elegido el cabeza de lista, exceptuando el número dos, el resto de la lista sería confeccionada según el número de votos obtenidos".
Un sistema de estas características además, fomenta el trabajo en equipo, y constituye un reto muy sano para el cabeza de lista, pues deberá tener la suficiente capacidad de liderazgo para dirigir un grupo en el que es posible que no estén sus preferidos, y, dicho sea de paso, ese es el tipo de líderes que necesitamos, los que sean capaces de sentarse a hablar con gente de pareceres diferentes, incluso dentro de su propio partido.
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