miércoles, noviembre 16, 2016

¿Es el populismo de izquierdas la mejor receta contra el populismo de derechas?

Además de la xenofobia relacionada con el flujo de exiliados de la guerra de Siria y que ha calado en a lo largo y ancho de Europa, a la luz de los acontencimientos que van sucediéndose en los tres países que (además de la URSS) se repartieron Alemania en 1945, se hace aparente que algo más tiene que haber...  un orgullo nacional "de base". Veamos, estadounidenses, ingleses y franceses pueden apoyarse en toda una sucesión de justificaciones históricas para que el nacionalismo no solo no sea tabú sino que sea motivo de orgullo en cada uno de los países. Digamos que, "como país", han salido victoriosos y los que ganan escriben la historia, también la propia. Lo "último" fue reivindicarse ante los horrores nazis de la Segunda Guerra Mundial y reconstruir tras ella el mundo occidental. Es verdad que esa reconstrucción estuvo basada en la colaboración entre los diferentes países alrededor de la OTAN frente al "segundo mundo" soviético, que lo político no necesitó basarse tanto en exacerbar los respectivos sentimientos nacionales (quizá tampoco era tiempo para "outsiders"), pero eso no quiere decir que no existieran fuertes sentimientos nacionalistas.

Claro está que ha sido la crisis económica la que ha motivado, en cada uno de los países que la han sufrido, un terremoto político, donde el merecido descrédito de la ciudadanía por la "política tradicional" ha dado lugar a muchas cosas. Claro está que no todas buenas. En particular, en los tres países vencedores de la IIGM citados, donde "ser nacionalista es lo normal" y no hay una parte significativa de la población que se sienta excluída de los símbolos nacionales según su ideología (tal y como pasa, por ejemplo en España, dada la inevitable reminisciencia franquista que conservan por mucho que no queramos), se hace aparente que mucha gente ha encontrado en el orgullo nacional (que ya tenía y que estaba bien visto) un rumbo para salir de una idea de globalización que no les satisface, dado que la idea que tiene de su propio país es mucho más abarcable... y supongo que trae algo de nostalgia imperial en estos tres países en particular. Para llegar hasta donde hemos llegado Farage y Trump quizá solo tuvieron que aparecer en el momento adecuado... y si no hubieran sido ellos, tal vez habrían sido otros. ¿Siguiente estación, Le Pen?

A prácticamente medio año de las próximas elecciones presidenciales francesas (el 7 de mayo de 2017 será su presumible segunda vuelta) y con la conciencia de que lo que pase en Francia afectará a la Unión Europea, y cómo no, a España; no faltan los políticos españoles que materializan, con razón, en Marine Le Pen la nueva amenaza del ultranacionalismo. ¿Lo malo? Que arriman el ascua a su sardina, reducen su argumento en la falacia de que como ella es muy mala, por tanto, ellos son muy buenos. Susana Díaz... que es la casta en persona... en fin. Y por otro lado está Pablo Iglesias y sus colegas de la UCM que postulan que contra los populismos de derechas, ¡nada como un populismo de izquierdas! Al fin y al cabo, han creado un partido político para ello, ¡no pueden decir otra cosa! Necesitamos análisis independientes, de gente que no esté "dentro" y que, por tanto, necesita su argumentario para mantener su trozo de espectro electoral lo más grande posible. Pero, ¿acaso la suma de los particulares intereses partidistas va a resultar ser la mejor receta contra el populismo de derechas? Puede ser que sí, ¿pero, y si no? ¿Y si ni Susana Díaz (mantenimiento del stablishment) ni Pablo Iglesias (populismo de izquierdas) tienen la solución? ¿Y si existe una "tercera vía"?

La vía de Susana Díaz (y la de Hillary Clinton) apela al miedo: "nosotros somos stablishment, progres y corruptos, pero somos lo conocido... quién sabe que Hitler o Stalin están por venir" (Trump y Le Pen o Sanders e Iglesias, así, formando un totum revolutum). Mientras, la vía de Pablo Iglesias apela a la esperanza, pero genera miedo... sin ir más lejos, la posibilidad del sorpasso el 26J (entre otros muchos factores) les hizo perder un millón de votos. Del mismo modo, Iglesias insiste en que Sanders era el único que podía ganar a Trump... ¿si? ¿En serio, un "socialista" ganando en EE.UU.? Are you fucking kidding me? No podemos saberlo, pero por mucho que a Iglesias le convenga decir que Sanders hubiera vencido a Trump en el contexto de su estrategia particular, eso no lo hace más cierto. No podemos saberlo, pero apuesto a que Sanders habría sacado un resultado ridículo frente al de Trump, se habría activado con mucha más fuerza el voto del miedo, muchos "susanistas de allí" (que ahora han votado a Clinton) se habrían quedado en casa.

Acostumbrados a la sucesión de elecciones, culminada con las gallegas y vascas, mucha gente "progresista", abrumada y aburrida de tanta disputa, ha perdido el sentido de la reflexión y ha acabado optando entre la vía "Susana Díaz" o la vía "Pablo Iglesias". Es normal que cada cual resuma sus argumentaciones cuando toca votar, cuando toca optar, pero ahora ¿qué sentido tiene pensar las elecciones estadounidenses o las francesas con esa misma lógica, si no podemos votar allí? ¿Por qué no mejor pensamos una estrategia discursiva independiente, que sirva contra el ultranacionalismo y, al mismo tiempo, contra el stablishment, sin que, necesariamente suponga hacer seguidismo irreflexivo de la "vía de Iglesias"? Demasiado ruido.

Los ingredientes parecen estar claros: necesitamos una "tercera vía", no necesariamente traducida aún en un partido político, que apele a la esperanza de crear una alternativa ciudadana contra el stablishment, contra el ultranacionalismo y que no genere miedo, ¿tiene España margen de aportar a esta causa?

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