sábado, junio 08, 2019

Tres posibles rumbos para Barcelona, ¿y si se celebrase una segunda vuelta electoral?

El procedimiento para elegir alcalde tras las elecciones municipales es claro. Si un partido logra la mayoría absoluta en escaños (y no se dan casos de transfuguismo) su candidata a alcaldesa logrará el bastón de mando. Si ningún partido logra por sí solo mayoría absoluta en las urnas pero uno de ellos la logra gracias al apoyo de concejales de otros partidos, su candidato logrará, de este modo, ser elegido alcalde. En cambio, si ninguna de las candidaturas lograra más del 50% de los apoyos, será elegido alcalde el candidato cuyo partido haya sido el más votado en las urnas.

Pongamos como ejemplo la ciudad de Barcelona. Allí, el Pleno del Ayuntamiento está conformado por 41 concejales, de manera que un candidato se habría convertido fácilmente en alcalde si su candidatura hubiera logrado, al menos, 21 escaños. Como vemos, en Barcelona no ha ocurrido así, sino que la fuerza más votada (ERC) ha obtenido 10 escaños. Ernest Maragall, su candidato, sería pues alcalde si ninguno de los otros candidatos logra que una cantidad suficiente de concejales de otros partidos les elija. Al parecer, esta otra posibilidad no es descabellada, dado que Manuel Valls (BpC-C’s) ha expresado su voluntad de votar a favor de Ada Colau (EN COMÚ).



Las estrategias post-electorales sitúan a los partidos decisivos en, principalmente, tres lugares:
1. ERC está en que las fuerzas “soberanistas” (pro-referéndum) suman 25 escaños (con EN COMÚ y JUNTS) y que ellos han sido los más votados.
2. EN COMÚ quiere hablar con las “fuerzas progresistas” trascendiendo la lógica procesista, mediando entre el ERC del 1-O y el PSC “del 155”. Suman 28.
3. El PSC y Manuel Valls (BpC-C’s), tirando de pragmatismo, quieren evitar que haya un alcalde independentista. Suman 24 con EN COMÚ (y sumarían 21 si los tres concejales de C’s rompen con la estrategia de Valls).
Hecho el apunte, el objetivo del artículo no es desarrollar un comentario político sino poner de manifiesto que las alternativas son exactamente tres. De hecho, si observamos en escrutinio, podemos ver que las tres fuerzas más votadas son, de algún modo, “la fuerza central” de cada uno de los tres lugares estratégicos señalados. La diferencia entre ellas es, además, muy pequeña (apenas 3 puntos porcentuales entre la 1ª fuerza, ERC, y la 3ª, PSC). ¿Sería factible preguntar a la ciudadanía cuál de los tres posibles rumbos para la ciudad prefieren?



En otros países se celebran elecciones a dos vueltas. Tales sistemas electorales devuelven la palabra a la ciudadanía para que expresen cuál de las dos candidaturas más votadas prefieren. Proceder de tal manera, en lugar de dejar en manos de los concejales elegidos para el poder legislativo municipal, contribuye a la separación de poderes al no depender la elección del poder ejecutivo municipal de pactos partidistas. Sin embargo, el hecho de que sean dos puede potenciar dinámicas maniqueístas, simplificadoras de una realidad política más compleja. Los votos de cada una de las dos candidaturas pueden crecer en segunda vuelta con un llamamiento “a que el otro no salga”, lo que posibilita e incluso puede motivar a los políticos a gobernar únicamente “para los tuyos y contra los otros".

Sin embargo, si fuera posible celebrar una segunda vuelta con tres candidaturas, se abriría espacio para un tercer discurso, haciendo un poquito más difícil que se potencie una política de frentes. Tenemos buenas noticias: es posible. Y especialmente sencillo para el votante.

Consistiría en aplicar un sistema electoral conocido como método Schulze (para tres candidaturas). Los electores únicamente tendrían que escribir en una papeleta los tres nombres que hayan pasado a segunda vuelta en el orden que ellos deseen. El escrutinio se realiza considerando que cada lista ordenada contiene, simultáneamente, tres votos preferenciales, de unos candidatos sobre otros, es decir, tres segundas vueltas con dos candidatos, pero celebradas de manera simultánea. Pongamos un ejemplo. Supongamos que un elector ha introducido el siguiente voto en la urna (a la izquierda, la papeleta; a la derecha, las conclusiones) :

Orden
Candidato
Partido

Prefiere a
en lugar de a
Ernest Maragall
ERC

Ernest Maragall
Ada Colau
Ada Colau
EN COMÚ

Ernest Maragall
Jaume Collboni
Jaume Collboni
PSC

Ada Colau
Jaume Collboni


Ahora, que otro elector ha expresado lo siguiente :


Orden
Candidato
Partido

Prefiere a
en lugar de a
Jaume Collboni
PSC

Jaume Collboni
Ada Colau
Ada Colau
EN COMÚ

Jaume Collboni
Ernest Maragall
Ernest Maragall
ERC

Ada Colau
Ernest Maragall


Finalmente, supongamos que otro elector prefiere a Ada Colau que a cualquiera de los otros dos (puede votar parcialmente en blanco) :


Orden
Candidato
Partido

Prefiere a
en lugar de a
Ada Colau
EN COMÚ

Ada Colau
Ernest Maragall
En blanco


Ada Colau
Jaume Collboni






Para realizar el escrutinio de este ejemplo, debemos contabilizar juntas las preferencias de mismo color y por separado las preferencias de distinto color. Así, Colau gana a Collboni (2 a 1), Colau gana a Maragall (2 a 1) y Maragall empata con Collboni (1 a 1). Observamos que, para este ejemplo, Colau gana a cada uno de sus otros dos competidores (esto significa que es ganadora de Condorcet). Podría darse la circunstancia de que se den resultados que podríamos considerar contradictorios (por ejemplo, donde cada candidato gane a uno de los otros tres), pero el método Schulze prevé un procedimiento para generar un único ganador también para tal caso (ignorando el escrutinio del enfrentamiento con menor diferencia entre los candidatos enfrentados).

Tal y como se constata en el ejemplo, un sistema electoral a doble vuelta en el que pasen tres candidatos a segunda vuelta es muy sencillo para los votantes. Si bien la generación del ganador es un poquito más técnica (cada voto forma parte de tres escrutinios diferentes), ni la comprensión del escrutinio ni el recuento manual de las papeletas son cuestiones más complicadas que, por ejemplo, el sistema d’Hondt con varias circunscripciones, vigente actualmente… lo que no implica una cantidad importante de votantes que sepan explicar cómo se asignan los escaños a los candidatos.

Aunque el ejemplo se ha querido poner sobre las elecciones municipales, bajo el pretexto de que el resultado de Barcelona y las estrategias post-electorales hacen de este un buen ejemplo para mostrar la potencialidad del sistema, puede ser muy buena idea ponerlo en marcha a nivel estatal, es decir, con la celebración de unas Elecciones Presidenciales (o a Jefe del Estado) separadas de las Elecciones Generales. Implementar un sistema de estas características contribuiría, como ya se ha dicho, a la separación de poderes, a evitar la política de frentes (una deriva natural de los sistemas partitocráticos) y, en definitiva, a dar un pasito más hacia la DEMOCRACIA con mayúsculas. Fácilmente implementable, solo hace falta voluntad política para ponerlo en marcha.

1 comentario:

Rekario dijo...

Soy sr_lobo11 de twitter, por profundizar algo más:

El gran problema del sistema electoral español son las circunscripciones provinciales. No hay ningún motivo de peso (más allá de intereses de partidos regionalistas) para que cuando se vota a determinada institución, la circunscripción no sea única en el territorio. Si queremos representación territorial, para ello ya tenemos las comunidades autónomas y los ayuntamientos; o bien se podría defender sin problemas un modelo federal más fuerte, pero no hay motivo para que la cinrcunscripción no sea única. Usar 52 circunscripciones genera que el voto no sea igual de útil según la provincia.

El segundo problema,no tan grave como la mayoría de la gente piensa, es la Ley D'Hont. El uso de esta ley, aunque parezca que no, tiene cierta argumentación ya que posee 2 características que ninguna ley (exceptuando el método Sainte-Laigue modificado) más proporcional cumple a la vez:

- La primera es que en lugar de beneficiar la división de candidaturas, beneficia la unión. Esto tiene sentido en un sistema electoral, dado que si se beneficia la división, las candidaturas incluso siendo practicamente iguales, podrían dividirse para al final sumar más, lo cual no ayuda al elector.

- La segunda es que no está sujeta a la paradoja de Alabama. En ciertos sistemas de reparto más proporcionales (como Hare o Droop), si tuvieramos un parlamento de 100 escaños, y por algún motivo se aumentara el número a 101 escaños, se podría dar el caso de que algún partido perdiese algún escaño en el reparto, pese a que los asientos que se reparten son más. Esta característica la verdad que no es de mucha importancia, más allá de lo paradójico.

El sistema con más proporcionalidad es Hare, seguido de Droop, Sainte-Laguë y D'Hont.

Hare no cumple con ninguna de las características, Droop con la primera, Sainte-Laguë con la segunda. Dado que la segunda característica me parece irrelevante, si priorizamos que cumpla la primera, el método Droop es el más acertado y sería el que yo propondría, aunque en la actualidad creo que no se usa en ningún país para sistemas de listas proporcionales. En defecto de Droop, propondría el uso de Sainte-Laguë modificado, más proporcional que la ley D'Hont y cumple con las 2 características antes mencionadas, además de usarse en varios países (ej: Alemania).

Respecto al método de elección, lo más adecuado sería encontrar el ganador de Concorcet entre todos los partidos si la gente votara de verdad al partido que más le representa. Tenemos 2 problemas:

- No siempre hay ganador de Concorcet (habría que buscar otro método para decidir).

- Los métodos que concluyen cual sería un ganador de Concorcet, hacen que en la votación haya un incentivo enorme al voto útil, lo que distorsionaría gravemente las preferencias reales y haría que no se representara realmente lo que la gente desea.

Creo que el método de representación proporcional y sus pactos es la manera más democrática de solucionarlo. El incentivo al voto útil con una circunscripción única y usando el método de representación proporcional es ínfimo, así que las ideas estarían representadas de modo mucho más fiable. Los acuerdos entre partidos, no son más que un consenso entre ideas, en lugar de un único partido en el gobierno, lo cual mitiga casi totalmente que no se haya usado Condorcet. Las desventajas evidentes son el tiempo que conlleva el tema de los pactos, ciertos intereses políticos (aunque esto puede ocurrir siempre), y la posible repetición de elecciones; aunque no es tan grave, dado que la inestabilidad de un gobierno se termina revelando igualmente sea cual sea el sistema.

En los ayuntamientos, por temas de eficiencia, me parece muy interesante el uso del sistema de segunda vuelta instantánea. Favorece algo más el voto útil, pero es una buena forma de sacar un gobierno de la ciudad de un modo fácil y rápido según las preferencias (en orden) de los ciudadanos y tampoco incentivando el voto útil tan exageradamente como métodos basados en Condorcet.

Un saludo, es un placer leerte.