lunes, febrero 16, 2009

Iglesia, educación sexual y aborto

Si bien es cierto que la Iglesia Católica es la única institución que plantea a gran escala una ofensiva moral en contra del aborto, y que por tanto coincido con sus seguidores en el punto en que nos congratularíamos infinitamente si viésemos en las estadísticas un importante descenso de las cifras de abortos; me planteo, sin embargo, la posibilidad de que, indirectamente, la Iglesia no haga sino contribuir al aumento de las cifras.

Esto deberíase a que, para empezar, dado el poder que la Iglesia tuvo durante el franquismo en cuestiones de educación -con el inmovilismo, represión y tabúes que traía esto consigo- la fuerza de las ideas que han de contrarrestar esa batería de valores retrógrados -ideas, venidas desde sectores bien diferentes- viene siendo necesaria para contrarrestar el poder que la Iglesia tiene sobre los valores morales de la sociedad.

La razón por la que es necesaria esa fuerza en las ideas para contrarrestar ese poder de la Iglesia, es tan simple como que basan toda su moral en que dios -que recordemos que no existe- dice que tenemos que amar al prójimo y como tenemos que amarlo. Su inmovilismo basado en la Biblia, es incapaz de incluir una moral justa con nuevos valores y formas de ver las relaciones entre personas que se dan en la sociedad moderna.

Por poner un ejemplo simple y concreto: cuando se escribieron los libros que componen la Biblia -que recordemos que son libros de fábulas, nada de palabra de Dios- no existían los anticonceptivos (aparte del tema de los intestinos de animales, seamos serios), y sin embargo, el hombre ya llevaba miles de años siendo consciente de que eran las relaciones sexuales las causantes de los embarazos. Por tanto, para una época en la que la castidad era la única solución efectiva contra los embarazos no deseados, en cierto modo era útil escribir libros moralistas si lo que se quería controlar era la natalidad. Y claro, para convencer de aquello al vulgo, necesitaban inventar el concepto de "lujuria" y de "infierno".

Pero los tiempos han cambiado. El sexo es algo natural entre los animales, y los tabúes extendidos por la Iglesia van desapareciendo poco a poco. Ahora bien, el problema aparece cuando la sociedad se queda a medio camino entre la liberación sexual y la represión. Ocurrirá entonces que el tabú y la rebeldía convivirán caóticamente. La rebeldía, que por sí misma no es mala pues contribuye a la libertad del individuo, trae sus consecuencias negativas cuando el rebelde a su vez es un ignorante.

Y aunque al decir "ignorante", estoy poniendo de manifiesta cierta connotación peyorativa: los ignorantes lo son al ser víctimas del desdén que tienen con ellos las fábricas de valores de la modernidad. Internet y la televisión son dos de esas fábricas. Y otra de ellas es el propio grupo de amigos, cuyos miembros también padecen de las influencias de esas dos fábricas primarias. Son monstruos que se hacen incontrolables para los que pretenden educar a sus hijos de manera adecuada, entendiendo por adecuada: hacer de ellos personas libres y capaces de conseguir ser felices.

Monstruos que tratan las cuestiones necesarias para la construcción de la personalidad del individuo, de una manera totalmente ajena a él y por tanto impersonal. Si se acribilla a los jóvenes con esa información confusa, y no se afrontan, desde el núcleo de la familia, cuestiones como sexualidad, antes recibir esa sobrecarga de información: estaremos dejando que esos jóvenes se conviertan en unos rebeldes ignorantes.

Una de las consecuencias nefastas de una mala salud sexual de la sociedad es el creciente número de abortos año tras año. El aborto es un acto contranatural que, aceptado moralmente por algunos sectores, puede ser entendido como un derecho en una sociedad sexualmente sensata. (Aunque veo necesario aclarar que yo no puedo verlo como un derecho.) Ahora bien, si no se cumple esta premisa -que por otra parte es subjetiva: ¿en qué momento se podrá considerar que la sociedad es sexualmente sensata?- ha de anteponerse el deber de la sociedad de formar sexualmente a sus jóvenes para evitar que cometan errores incorregibles, al hipotético derecho de los mismos a abortar.

Surge un nuevo problema: ¿como educar sexualmente a nuestros jóvenes sin que la Iglesia, sus medios afines y muchos padres pongan el grito en el cielo cuando se plantea algo así? No entienden que ahora ya sólo hay dos opciones: hablar de sexualidad o comercializar cinturones de castidad. Es decir sólo hay una opción. Así pues, la Iglesia, con su posición inmovilista está alimentando al "tabú" y con ello, a las críticas que hacia ella se vierten, lo cual alimenta a la "rebeldía".

Los jóvenes (cuyo cerebro haya tenido la suerte de no haber sido lavado con éxito por alguna religión) tienen más fácil la tarea de darse cuenta de que dios no existe, y asimilan las críticas a la Iglesia con más facilidad. Lo malo es que muchas veces esas críticas no vienen acompañadas de otros valores morales, sino que más bien son suministradas por los medios de comunicación -que esencialmente son amorales- y como consecuencia van apareciendo cada vez más jóvenes, rebeldes ignorantes y irresponsables, que claro, quieren comerse el mundo.

Por tanto, la Iglesia, con su perseverante actitud de difundir su moralina, es cómplice del aumento del número de abortos, al hacer que "la salud sexual" se quede cual funambulista confundido en mitad de la cuerda floja. A un lado :la castidad, a otro la liberación, y en el aire: la confusión y la irresponsabilidad. La liberación sexual es un hecho. La asignatura pendiente es la salud sexual.

La solución es informar a los jóvenes de todos los secretos y peligros que esconde la sexualidad. No se puede quedar todo en tres clases en total entre sexto de primaria y segundo de ESO -lo que a mí me dieron- en las cuales te dicen que los preservativos existen, te ponen diapositivas con los órganos sexuales y regalan compresas a las niñas. Y luego están las campañas que se lanzan desde el gobierno, en fin. ¡Insuficiente! ¡Tremendamente insuficiente!

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