Imaginen que todo aquello del GAL, los fondos reservados y unas tasas de paro que subían progresivamente en los albores de los 90 hubiera sido ya suficiente para desgastar al Gobierno de Felipe González en 1993. Que el PP hubiera a su vez logrado lavarse bien la cara durante esa legislatura 89-93 para representar un poco más al centro español y un poco menos a la derecha más rancia proveniente de la dictatura franquista. Que ese desgaste hubiera ocasionado que el PP superara en votos al PSOE en 1993, y que Izquierda Unida tuviera un número suficiente de escaños como para influir en alguna de las decisiones de tal hipotético gobierno de Aznar.
Si algún logro podemos reconocerle a Aznar, fue la reforma laboral de 1997. Fue buena para la salud del mercado laboral español, pues evitó que buena parte del empleo que se creó a partir de entonces siguiera siendo temporal. Felipe González, con sus reformas laborales de sus últimos gobiernos, fue algo que no consiguió. Así pues, probablemente, si Aznar hubiera gobernado desde 1993 hasta 1997, años que fueron objetivamente "muy malos" para el empleo en España -recordemos la tasa de paro del 24,1% en 1994- esa reforma laboral hubiera llegado antes,y el desempleo en 1997, no hubiera sido del 20,6% sino menor. El paro, debido a la coyuntura econónica post-pelotazos de Barcelona 92, la Expo y demás fiestas, hubiera seguido siendo alto, lo cual hubiera desgastado también a ese hipotético gobierno del PP. Con esa escasa diferencia en número de votos con el PSOE, probablemente el PP perdería esas siguientes elecciones de 1997.
Con un partido de derechas gobernando España en los 90, y un PSOE, evidentemente descabezado, -sí, por ahí rondarían los Almunias, Borrelles, Solanas, y demás- la gran estrella política de esos años hubiera sido Julio Anguita. Bueno, de hecho lo fue, ¿recuerdan los 90 con el Califa en plena forma? En ese hipotético gobierno del PP 93-97 hubiera dado guerra de la buena. Pues bien, imaginen que empieza Anguita a dar la vara con la reforma de la ley electoral. Imaginen que, con unas encuestas que ya ponían al PSOE de nuevo por delante del PP en intención de voto, debido al desempleo, Aznar acepta el órdago de Anguita y para presumir de democracia, anuncia en el debate sobre el Estado de la nación previo a esas elecciones de 1997 que el PP incorpora a su programa electoral "un reparto más justo de votos y escaños".
Bueno, bueno. El revuelo es descomunal. A Anguita se le ponen los ojos como platos al ver que la reivindicación democrática monopolizada hasta entonces por su partido, el único nacional que se había visto históricamente perjudicado, ahora la defendía ese partido de centro-derecha. Bueno, evidentemente esto cambió el curso de la historia y un montón de gente de la que iba a abstenerse (recuerden la abstención que hubo en 1996) decidió votar a ese partido de centro-derecha que mire usté, decidió apostar por un reparto más justo de los escaños -recordemos que esto es política-ficción- y en definitiva por una democracia algo más justa. Evidentemente, si Aznar y el PP hubiera hecho eso en ese momento no lo hubiera hecho por convicción democrática, sino por pura estrategia electoral, para ganar al PSOE.
¡Y ya ven si le ganó! En esas elecciones del universo paralelo de 1997 el Partido Popular ganó de nuevo las elecciones, perdiendo un gran número de escaños debido al nuevo reparto, pero superando, tanto en votos como en escaños al PSOE. IU sube a lo bestia también. Mucha gente que se hubiera abstenido en otra circunstancia votó, y mucho voto útil que hubiera sido para el PSOE, fue para Anguita.
Y, ¿después qué? Pues no sé, a tanto no llego, pero claro está que el bipartidismo habría envejecido mejor, habría muerto de viejo y no a consecuencia de la crisis actual. Los partidos se habrían visto obligados a sanearse por dentro. De una democracia interna hubieran salido más figuras nuevas de manera natural. Estoy seguro de que con ese nuevo escenario, el PSOE descabezado desde 1993 hubiera llegado a 2001 con mucha mejor salud y hubieran salido a la palestra otros líderes, mucho mejor preparados que Zapatero -el cual, sí, devolvió frescura al PSOE en su momento, pero llegó a presidente antes de lo que nadie podía llegar a esperarse en 2004.
Con una ley electoral justa ya en 1997, ¿quién sabe qué hubiera pasado con Rosa Díez? Es probable que hasta encontrara su hueco dentro del PSOE. O quizá se hubiera pasado a ese PP más moderado y democrático para defender allí el "adelgazamiento del Estado", mientras seguía su actividad en "Basta Ya". En ese nuevo escenario de "bipartidismo no obligatorio", no tendría demasiados argumentos para formar su partido (diez años después, mucho había llovido). Nunca lo sabremos.
¿Y Rajoy? Pues Rajoy probablemente se hubiera quedado como aquel ministro que hasta resultaba simpaticote cuando iba a los finales de etapa en la Vuelta Ciclista a España durante el primer gobierno de Aznar.
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