Quien me haya conocido de niño habría apostado a que más pronto que tarde me haría con una bicicleta de ciudad y la utilizaría como medio de transporte. Por el poco interés que tengo por el mundo del motor, mi gran afición al ciclismo, mis ganas de recorrer la ciudad -de Madrid- de punta a punta porque sí, entre otras razones; esa bici de ciudad me la iba a acabar comprando -ya no soy ningún niño, tengo veintiún años.
Las razones de que haya tardado tanto son varias, la primera y principal: la oposición de mi padre a que simplemente me trajera la bici -de montaña- de Seseña a Madrid -algo, por otra parte, entendible desde el punto de vista de la peligrosidad de ir en bici en una ciudad. Lo cual, por sentido común es una segunda razón. La tercera es que siempre he tenido facilidades de transporte: no he tenido necesidad de hacerme con medios de transporte más sofisticados de los disponibles.
Ahora hablemos de las cuestas, de los repechos, de esas pequeñas subidas que pueda haber. Antes de ser un habitual de la bici urbana -llamo habitual a irme dos días seguidos a la facultad- oía comentarios del tipo: "Madrid no está hecha para transportarse en bici, hay muchas cuestas". Y ahora que sé lo que es, digo que no: que no es para tanto. Cuarenta minutos de trayecto ya son suficientes como para hacer una estimación... y claro que tienes tus cruces, tus semáforos, tus repechos... pero si vas sin prisa ninguna, te pones la marcha adecuada, y parriba. Otra cosa es que los que se pongan esas excusas sean unos vagos... y lo digo cuando no estoy precisamente en muy buena forma.
Un ciclista tiene que estar con cien ojos, señalizando todo lo que va a hacer, dejando claro a los conductores de los turismos sus movimientos, respetando sus normas de circulación y, cuando vayamos por la acera, respetando a los peatones recordando que la acera les pertenece. Ya que de momento, no nos queda más remedio, andar con cien ojos, si tuviéramos excalectric de carriles bici podríamos andar sólo con cincuenta.
Teniendo esto presente, animo a todo aquel que lo haya pensado alguna vez, que haga de la bici su medio de transporte habitual, siempre que pueda prever dónde puede aparcarla.
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